Las dificultades económicas se originan prácticamente desde la fundación del micro-Estado, en 1929. Con la caída de los Estados pontificios ante Italia, que se completó en 1870 con la captura de Roma, las finanzas del Vaticano se hundieron.
El Papa Francisco asumió la tarea de corregir las finanzas deficitarias y frecuentemente poco transparentes del Vaticano. Otros papas lo intentaron antes que él sin conseguir establecer un orden, así que ahora León XIV tiene el reto de corregirlas.
A pesar de los ingresos generados por sus hospitales, museos, las donaciones de fieles y diócesis, así como del alquiler de su considerable patrimonio inmobiliario, las finanzas de la Santa Sede enfrentan un déficit crónico y su fondo de pensiones muestra un notable desajuste estructural.
A pesar de no presentar sus cuentas de forma regular, el Vaticano divulgó en 2023 una pérdida consolidada de cerca de 70 millones de euros (alrededor de 79 millones de dólares), en comparación con unos ingresos de 1.200 millones de euros.
Su narrativa, además, está llena de controversias económicas, como ilustra a la perfección su entidad bancaria, el Instituto para las Obras de Religión (IOR).
Durante años, el IOR fue el accionista mayoritario del destacado banco italiano Ambrosiano, señalado por lavar dinero del tráfico de drogas y de la mafia.
En 1982, después de encontrar un faltante de 1.200 millones de dólares en sus finanzas, Ambrosiano colapsó y dejó al Vaticano una carga superior a 240 millones de dólares para saldar a los deudores.
Al asumir Francisco el trono de San Pedro en 2013, la situación seguía siendo complicada. Estados Unidos había incluido recientemente al Vaticano en la lista de naciones con una situación alarmante en la lucha contra el lavado de dinero, y el Banco de Italia había desactivado las máquinas de pago en la ciudad-Estado.
Con Informacion de BANCA Y NEGOCIOS.