Ser un médico requiere de un esfuerzo significativo que merece una recompensa adecuada, pero también implica tener un compromiso con la sociedad y no perder de vista el sufrimiento de los pacientes.
Recientemente, tuve que ir con alguien cercano a un hospital en alguna parte de Estados Unidos.
La intención de este comentario no es criticar un sistema que parece estar funcionando y al que los habitantes de ese país ya están acostumbrados (Charles Peguy afirmaba que no hay peor cosa que un ser acostumbrado), me adentro más en el tema porque cada vez estoy más convencido de que la medicina se está automatizando y convirtiendo en algo impersonal. Estamos ante una medicina inhumana.
Había una gran cantidad de tecnología, máquinas, sonido de monitoreo, técnicos, mascarillas, guantes y desinfectante de manos, pero no se veía a José Gregorio Hernández u otro médico físicamente presente.
Todos trabajan a través de una aplicación, incluyendo técnicos, enfermeros, nutricionistas, personal de seguridad y personal de limpieza que forman parte del entorno. Durante la mañana, el médico residente recorre las habitaciones y en caso de encontrar a un paciente que requiera un especialista, actúa con rapidez como el cometa Halley. Dedica apenas 2 minutos en la habitación, revisa los reportes en su teléfono sin interactuar con el paciente, toma notas en una libreta electrónica y se va.
Con Información de EL UNIVERSAL.