La identidad ya no puede centrarse en venerar sus propias raíces y tradiciones, sino en conectar con otras localidades, regiones, continentes y grupos, siendo vista como una creación colectiva.
Se ha definido como «identidad» la pertenencia a un país, ciudad o pueblo, a una lengua, una etnia, una religión o cualquier grupo con el que nos identificamos. Se forma parte de un conjunto o de una serie de principios. El proceso global está haciendo que esta idea quede obsoleta debido a la desterritorialización.
Nos encontramos en una situación de transterritorialidad en la que los productos culturales se mezclan y operamos en varios círculos de identidad, lo que nos lleva a ser pluralistas al favorecer el intercambio en lugar de aferrarnos a la nostalgia.
La idea de identidad se construye en diferentes áreas al mismo tiempo, que algunos llaman «lealtades múltiples». Esto no implica convertirse en un «ciudadano global». Uno se convierte en ciudadano global, así como también en ciudadano de otras esferas de intereses específicos.
Desarrollar la identidad propia es meramente complementario a la apertura global. Se debe reconocer, sin embargo, que el tema de la presunta pérdida de la identidad ha sido mencionado, probablemente debido a un malentendido inicial de términos.
Con Información de EL UNIVERSAL.