Washington, 19 junio, (batalladeideas.com).- Esvin Juárez y Rosmeri Miranda-López habían alcanzado lo que muchos migrantes anhelan al dejar su patria.
Vinieron de Guatemala a Estados Unidos como pareja hace 22 años. Se casaron, tuvieron cuatro hijos y se asentaron en Apopka, Florida, donde adquirieron una casa y fundaron una empresa de cemento que ahora emplea a 16 personas.
No obstante, haber cruzado la frontera de manera ilegal nunca dejó de acosarlos.
A pesar de años de intentos por conseguir estatus legal, más recientemente con la petición de una visa U que el Servicio de Ciudadanía e Inmigración de Estados Unidos (USCIS) ya había considerado válida, en junio acabaron siendo deportados y separados de sus hijos, que permanecen en el país.
«Tener solicitudes de visa en trámite no evita la deportación de EE.UU.», respondió el Departamento de Seguridad Nacional (DHS, en inglés) a BBC Mundo al ser preguntado sobre este caso.
Es una narrativa singular que, no obstante, se ha vuelto más común tras el regreso de Donald Trump a la presidencia con la promesa de realizar «la mayor deportación en la historia».
Y especialmente desde que el arquitecto de su estrategia migratoria, el consejero de la Casa Blanca Stephen Miller, asegurara que fijó un mínimo de 3.000 detenciones diarias de indocumentados como meta a alcanzar.
A pesar de la situación, Beverly, la hija mayor de los Juárez que, a sus 21 años, se ha convertido en líder familiar, está lejos de rendirse.
BBC NEWS MUNDO